Si hace unos días exponía las razones que me han llevado a iniciar este proyecto, Justicia en Código, hoy, con el objetivo de contextualizar esta iniciativa inicio una serie de tres entradas a la que llamaré Cuaderno de Bitácora y donde detallaré mi evolución, desde mis primeros contactos con el código hasta la actualidad.
Lo cierto es que este camino no comenzó en un entorno académico ni puramente técnico. El punto de partida se sitúa en el año 2023, nada más y nada menos, que en un Juzgado de Instrucción de Granada, durante mi etapa como juez en prácticas. Hasta ese preciso momento, nunca antes había tenido el más mínimo contacto con el mundo de la programación; era un terreno completamente ajeno para mí.
El sistema operaba mediante la vinculación de estas interfaces con plantillas de Word a través de campos de fusión (mergefields). El código, escrito en un lenguaje de programación llamado Visual Basic, se encargaba de sustituir esos campos por el texto dinámico procesado en el formulario.
Para que nos entendamos: Wordfusion funcionaba como el esqueleto de un impreso oficial. Las textboxes o checkboxes no eran más que los huecos en blanco de un formulario donde rellenas el nombre o marcas una casilla con una X. El verdadero truco estaba en que, gracias al código, el ordenador leía lo que yo escribía en esos huecos y lo inyectaba automáticamente en el lugar exacto de la sentencia o el auto. Era como tener un secretario invisible que, en lugar de copiar a mano tus notas en el documento final, las transvasara al instante y sin errores al papel de Word.
El sistema que planteaba dicho magistrado se encontraba a años luz de lo que fue mi primera "automatización" —si es que se puede llamar así—, la cual consistía en gestionar modelos de sentencia por delito leve utilizando el rudimentario "buscar y reemplazar" de Word para sustituir la "X" por el nombre de la persona acusada. En aquel momento me parecía un avance; hoy, viendo el potencial de la lógica programática aplicada al Derecho, me sirve para recordar de dónde vengo y hacia dónde quiero llevar este Cuaderno de Bitácora.
Por ello, e inspirado por su metodología, comencé a desarrollar mis propios formularios utilizando dicho software. Recuerdo cómo las primeras jornadas las dediqué exclusivamente a tratar de hacer funcionar los mergefields, es decir, conseguir que lo que escribía en el objeto de Wordfusion se proyectara en la hoja de word.
A base de ensayo y error, y de una gestión más o menos eficiente de mi frustración, empecé a interiorizar elementos como que un objeto adquiera foco, o pierda foco, cambie su valor, su visibilidad o su posición, y a trabajar con las formas más elementales de programación: los if.
Para gente lega en programación, un if es una estructura de control que permite que un programa tome distintos caminos según se cumpla o no una condición. Para cualquier jurista este concepto es especialmente intuitivo porque el Derecho está lleno de estructuras condicionales:

Ejemplo if (codeskulptor)
Tras una ingente cantidad de horas invertidas, logré crear mi primer formulario complejo: un asistente para la creación de sentencias por delito leve. Dicho asistente me permitía generar de forma automática prácticamente todo el esquema de la sentencia: el encabezamiento, los antecedentes de hecho y el fallo. De este modo, el sistema resolvía toda la carga burocrática y formal de la resolución, dejando libre la parte relativa a los hechos probados y la motivación jurídica para ser completada con posterioridad.
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Interfaz sentencia delito leve (WF) |
Recuerdo con cierta ironía que, al carecer entonces de nociones básicas sobre lógica de programación como el uso de bucles, abordé la gestión de los acusados y delitos de la forma más rudimentaria posible: creando manualmente objetos correlativos, como delito11, delito12, delito13....Y ello por no mencionar que conceptos como recursividad, modularización, gestión de errores brillaban por su ausencia. El bautismo en el mundo del coding fue duro y sobretodo poco elegante, pero muy satisfactorio.
Para quienes no habláis en "código", imaginaos que para organizar un juicio con diez acusados, en lugar de elaborar una sola sentencia con los diez acusados yo hubiera tenido que redactar diez sentencias desde cero, una a una, porque no sabía que existía el "copia y pega". Estaba picando piedra a mano, fabricando una herramienta individual para cada pequeño dato, sin saber que la programación sirve, precisamente, para que la máquina haga ese trabajo repetitivo por ti. Fue como intentar construir un edificio cargando los ladrillos de uno en uno por la escalera, desconociendo que existía la polea.
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Código en Visual Basic |
A pesar de lo ineficiente de aquel planteamiento, los resultados fueron tangibles. Acabé desarrollando mis propios modelos para dictar sentencias por delito leve, autos de procedimiento abreviado, autos de prisión, sentencias de separación y divorcio de mutuo acuerdo, sentencias de conformidad e incluso la estructura básica de sentencias civiles. Aquel despropósito inicial fue mi primer contacto real con la automatización y, a la postre, lo que me permitió sobrevivir a la siguiente fase de formación: la sustitución y refuerzo en Almuñécar.
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| Sala de vistas de los Juzgados de Almuñécar (Granada) Estar al frente de un juzgado mixto con competencias en violencia de género en la Costa Tropical granadina supuso enfrentarse a un volumen de trabajo ingente que solo pude gestionar gracias a esa lógica de automatización. Fue la prueba definitiva de que, incluso con un conocimiento limitado, la programación podía transformar una experiencia de mortal a simplemente agotadora. Sin embargo, no todo fue un camino despejado. Pese a las centenares de horas que dediqué a perfeccionar aquellos modelos, llegó un punto en el que la evidencia se impuso a la voluntad: era necesario buscar una alternativa. Wordfusion carecía de soporte, se colgaba con una facilidad frustrante y cada vez que pulsaba el botón de assemble lo hacía rezando para que no apareciera un error crítico que borrara todo el trabajo realizado. |
Se avecinaban cambios en todos los ámbitos, pues no solo había que dejar atrás Wordfusion sino que también tocó cerrar mi feliz paso por Almuñécar, hacer las maletas, y volver a casa, donde encontraría un panorama más que desolador, y una necesidad más acuciante, si cabe, de modernización.




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